Los países latinoamericanos fueron recibiendo al cinematógrafo al igual que en resto del mundo, a finales del siglo XIX.
Las circunstancias sociales, económicas y políticas marcaron con los años su progreso cinematográfico, en el que tanto tuvieron que ver los promotores españoles, franceses e italianos.
Muy pronto el mercado de cada uno de los países comenzó a estar controlado por el cine de Hollywood; no obstante, esta situación no impidió que en diversas épocas floreciesen aportaciones que mostraron la singularidad de la producción latinoamericana, que se apoyaría a lo largo del tiempo y en gran medida en la coproducción entre países de habla hispana.
Durante la década de los cuarenta es el cine mexicano el que alcanza una mayor notoriedad internacional gracias a las películas de Emilio “El indio” Fernández y la presencia de estrellas como Dolores del Río y Pedro Armendariz (“Flor silvestre” y “María candelaria” 1943) y María Felix (“Enamorada” 1946 y “Río escondido” 1948.
Son los años en los que despunta el actor Mario Moreno “Cantinflas” , quien se encargará de consolidad su popularidad nacional e internacional y arrasar en taquilla durante algunos años con películas como “Ahí está el detalle” (1940) de Juan Bustillo Oro y las numerosas películas que dirigió Miguel M. Delgado como “El gendarme desconocido” (1941), “Sube y baja” (1958), “El padrecito” (1964).
A partir de los setenta su director más internacional será Arturo Ripstein con películas como “Cadena perpetua” (1978), “Principio y fin” (1992), “La reina de la noche” (1994) premiado en diversos festivales internacionales.
Entre otros títulos recientes tenemos: “Bajo California, el límite del tiempo” de Carlos Bolado, “Amores perros” de Alejandro Gonzales Iñárritu, “El espinazo del diablo”(2001) y “El laberinto del fauno”(2006) de Guillermo del Toro, “Luz silenciosa” de Carlos Reygadas.
El cine argentino se sostiene con dificultad sobre las películas de Lucas Demare (“La guerra gaucha” 1942), Luis César Amadori (“Santa Cándida” 1945), etc. y actrices como Libertad Lamarque.
En las décadas siguientes destacan directores como Héctor Oliveira con “La Patagonia rebelde” (1974) y “No habrá más penas ni olvido” (1983); así como Adolfor Aristarain con “Tiempo de revancha” (1981), “Martín Hache” (1997), Fabián Bielinsky con “Nueve reinas” (2001) y Juan José Campanella con “El hijo de la novia” (2001) los que proyectarán la producción argentina hacia el exterior.
El director Juan José Campanella se llevó el Oscar a mejor película extranjera en 2010 con “El secreto de sus ojos”.
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